Sombras al amanecer

 07/04/2025. Algún punto en la isla de Suisho, a 8 km  de la costa norte de Japon (Hokkaido).

El gélido viento marino azotaba los rostros curtidos de los speznats mientras la lancha de desembarco neumática se acercaba sigilosamente a la costa arenosa, justo cuando los primeros rayos del amanecer comenzaban a pintar el horizonte con tonos anaranjados y rosados.

La misión: neutralizar una batería Patriot japonesa recién desplegada, un aguijón estratégico que amenazaba la superioridad aérea rusa en este sector disputado. La tenue luz del alba era un riesgo, pero también ofrecía una visibilidad crucial para la identificación del objetivo.

"Silencio absoluto", siseó el sargento Dimitri, jefe del equipo, su voz apenas un murmullo por encima del suave rugido del motor. Cinco hombres, sombras entrenadas en el arte del sigilo y la eliminación precisa, asintieron en la penumbra matutina, sus siluetas aún difusas contra el paisaje costero.

Mientras los speznats se infiltraban como fantasmas entre las dunas y la escasa vegetación costera, el grueso de las fuerzas rusas avanzaba con cautela a través del denso bosque tierra adentro. El sonido amortiguado de sus botas sobre la hojarasca era el único indicio de su avance en la creciente claridad del día. El teniente coronel Zarya, al mando de la operación terrestre, consultaba su dispositivo de geolocalización, la ubicación estimada de la batería Patriot parpadeando como un faro tenue en la pantalla.

De repente, el silencio del bosque se hizo añicos. Un silbido agudo, y un impacto en la pierna de un soldado, que caía al suelo entre gritos de dolor. "Francotirador". Los japoneses habían detectado su avance.

"¡A cubierto! ¡Avancen en dispersión!", ordenó Zarya, su voz firme a pesar del caos. Los soldados rusos se lanzaron al suelo, buscando la protección de los árboles y los pequeños accidentes del terreno, mientras una fuerte explosión les sacudió. "Cuidado,  fuego de mortero " los proyectiles de mortero impactaban con furia a su alrededor. Los pelotones se disgregaron tácticamente, intentado mantener el contacto visual entre ellos.

Zarya veía claramente ahora, bajo la luz naciente, su objetivo: los imponentes lanzadores, los vehículos de apoyo, las figuras oscuras de los operadores moviéndose con urgencia.

"Objetivo localizado", indico por el comunicador. "Preparados para disparar." Uno de sus pelotones lanzó un cohete que impacto junto al lanzador.

La respuesta japonesa no tardó en llegar. Ráfagas secas de fusiles de asalto rasgaron el aire, las balas silbando peligrosamente cerca de las tropas rusas. El combate se intensificó rápidamente. Los soldados rusos respondían al fuego, sus AK-12 escupiendo balas trazadoras en la creciente claridad, mientras intentaban avanzar hacia la posición enemiga. Los pelotones maniobraban con disciplina, buscando flanquear las posiciones defensivas japonesas.

Finalmente, el grueso de las fuerzas rusas irrumpió en el claro donde se encontraba la batería Patriot. Los operadores japoneses luchaban con determinación, disparando sus armas automáticas contra los atacantes.

"¡Fuego!", rugió Zarya, "No dejéis de disparar" y una lluvia de proyectiles impacto sobre la batería. Una explosion ensordecedora iluminó la mañana. 

Pese a la valiente resistencia, la potencia de fuego rusa era abrumadora. La batería Patriot quedó reducida a un amasijo de metal retorcido.

"¡Objetivo destruido! ¡Retirada!", ordenó Zarya inmediatamente. La misión principal se había cumplido.

Mientras las fuerzas rusas comenzaban a replegarse hacia el bosque, el combate continuaba con ferocidad. Un pelotón de fuerzas especiales japonesas, infligió graves bajas a los rusos en su retirada. La lucha fue cuerpo a cuerpo, brutal y sin cuartel. Al final, el pelotón japonés fue aniquilado, pero su sacrificio había retrasado la huida rusa.

Durante la retirada un pelotón ruso quedó aislado y rodeado. Tras agotar sus municiones y sufrir numerosas bajas, se rindieron a las fuerzas japonesas que los superaban en número. Los soldados rusos depusieron sus armas, sus rostros marcados por la derrota y la fatiga bajo la luz del amanecer.

Mientras tanto, los speznats, fieles a su naturaleza escurridiza, se habían deslizado fuera de la zona de combate sin haber disparado un solo tiro directamente contra el enemigo. Su misión era la destrucción, y una vez cumplida, su prioridad era la extracción silenciosa. Desaparecieron en la creciente claridad del día, dejando tras de sí el caos y el fragor de la batalla, rumbo a la seguridad de la costa. 


El amanecer había sido testigo de una victoria táctica rusa, pero también de la tenacidad y el coraje de las fuerzas japonesas en defensa de su posición.

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Rusos: 10 puntos (5+1+1+1+1+1)
Japoneses: 3 puntos



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