El Primer Círculo

 

La noche había caído por completo cuando Lenin y Kmarx regresaron a la factoría de desguace. Estaban cargados: la caja de raciones y, lo más importante, el transmisor vox envuelto en una tela. Los rifles láser imperiales se habían quedado atrás, demasiado grandes.

Tres figuras diminutas emergieron de entre la chatarra: Engels, Fidel y Castro.

Eran Gretchins temblorosos, pero con los ojos muy abiertos por la adrenalina. Engels empuñaba su espada y un viejo escudo negro.  Fidel portaba un fusil automático que le costaba cargar. Y Castro avanzó con la escopeta de doble cañones oxidada y casi tan larga como él, un arma impresionante para su tamaño.

"¡Lenin! ¡Camarada! ¡Hemos visto el humo!" chilló Engels, blandiendo su espada. "¿Están muertos los 'humanos altos'?"

Kmarx dejó caer el envoltorio del vox, jadeando. "¡Muertos, y saqueados! ¡Tenemos lo mejor!"

Lenin se irguió, sintiendo el peso del liderazgo. Levantó su stubgun oxidado.

"¡Contemplad, Gitz! La lucha nos ha dado esto: ¡Comunicaciones y raciones!" declaró.

Castro avanzó lentamente con la escopeta. "Con mi 'kosa de dos cañones', camarada Lenin," siseó, "podemos hacer ¡boom! más grande que cualquier Orko. Queremos ir al frente. Queremos venganza."

Lenin sintió que su idea tomaba forma. Ya no eran solo dos. Eran una "Kombinación".

"Bien. El Komité Gretchin ya no es solo Lenin y Kmarx," sentenció. "Engels, explorador de asalto. Fidel y su fusil, y Castro con esa escopeta, serán nuestro puño pesado. Kmarx será el encargado de nuestras comunicaciones."

Lenin golpeó el transmisor vox. "Tenemos un mensaje para enviar a todos los clanes Gretchin. El Orko es débil. El Emperador está lejos. ¡Solo el pueblo pequeño puede salvar al pueblo pequeño! ¡La Revolución se ha armado!"

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