Tallin, 04/03/23.
La ópera nacional era un hervidero de murmullos y aplausos cuando García se acercó al embajador. "Señor, debemos abandonar el recinto", susurró, su voz apenas audible sobre la música. "Nos informan que se están produciendo altercados en las calles. No es seguro".
El embajador frunció el ceño, visiblemente preocupado. "¿Tan grave es la situación?", preguntó. "La policía nos acaba de informar que se están produciendo choques violentos, hay incendios y pillaje. Además, se han escuchado disparos. No es seguro usar el coche oficial".
Bajando apresuradamente las escaleras, se encontraron con una multitud que abarrotaba la calle, coreando consignas y agitando banderas rusas. Un grupo de hombres encapuchados, armados con palos y piedras, se dirigía hacia ellos, golpeando los coches aparcados. El aire estaba cargado de humo y el olor a gasolina. Un disparo resonó, seguido de otro y otro, convirtiendo la noche en un caos ensordecedor.
"Rápido, ¡a cubierto!" gritó García, desenfundando su arma. Un palo rozó su hombro mientras se agachaba detrás de un coche. Muguruza, que había quedado un poco atrás, fue golpeado en la cabeza por una piedra. La sangre manchó su rostro mientras se tambaleaba. El embajador, pálido como la cera, se aferró al brazo de García.
"Por aquí", gritó Copons, señalando un callejón oscuro. Con un disparo al aire, trató de disuadir a la turba. Muguruza, recuperando el equilibrio, respondió al fuego. García, al entrar en el callejón, tropezó con una barricada en llamas. Los atacantes, distraídos por el fuego, no los habían visto.
"Vamos por allí", dijo García, arrastrando al embajador herido. "Hay varias tiendas donde podemos refugiarnos". La embajada estaba a solo unas manzanas de distancia.
Tras atravesar varias calles desiertas, llegaron a un pequeño kebab. Entraron rápidamente, cerrando la puerta tras de sí. "Quiero que revises al embajador, yo vigilo", ordenó García a Muguruza, mientras se apoyaba contra la pared, jadeando.
Una vez que la herida del embajador fue atendida, se dispusieron a salir. Pero al abrir la puerta, se encontraron con un grupo de policías antidisturbios. "Esperen un momento", dijo Copons, tratando de calmar los ánimos. "Solo queremos ir a la embajada".
Finalmente, los policías estonios les permitieron pasar. Al llegar a la embajada, el equipo fue recibido por el resto del personal de seguridad. El embajador, aunque herido, se encontraba fuera de peligro. García, sin embargo, no podía quitarse de la cabeza las imágenes de la violencia que habían presenciado. "Esto se está poniendo cada vez más peligroso", murmuró, dirigiéndose a Sanz. "Prepara al equipo pesado. Necesitamos estar listos para cualquier eventualidad".
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