¡Tsushima!
05/04/2025.
Varias horas después, la oscuridad profunda de la noche en el Mar de Japón se rasgó con una nueva amenaza. Las pantallas de los sonares del Varyag parpadearon frenéticamente, pintando cuatro ominosos rastros que se acercaban a una velocidad alarmante. "¡Torpedos! ¡Cuatro torpedos a proa!" gritó un técnico, su voz quebrándose por el pánico en la quietud de la noche.
No hubo tiempo para maniobrar. Con furia sorda, los cuatro torpedos impactaron el costado del crucero casi simultáneamente.
El acero retorcido gimió bajo la fuerza de las explosiones. Oleadas de choque sacudieron la nave de proa a popa, lanzando hombres contra las paredes y apagando luces. El Varyag se tambaleó violentamente, y de inmediato brotaron múltiples focos de fuego, iluminando la noche con un resplandor anaranjado y amenazante. El agua helada del mar comenzó a inundar los compartimentos dañados con una furia implacable.
"¡Informen de daños! ¡Equipos de control de incendios a sus puestos!¡Alerta roja! ¡Todos a sus puestos de combate!" bramó Volkov, luchando por mantener el equilibrio mientras la nave se inclinaba peligrosamente. La confusión y el caos se apoderaron del puente, mientras las alarmas aullaban ensordecedoramente en la noche.
"¡Helicóptero al aire!" ordenó con urgencia. En la cubierta de vuelo, entre el humo y las chispas, la tripulación de vuelo se apresuró a preparar el helicóptero Kamov. En pocos segundos, la aeronave despegó, dirigiéndose a la última posición estimada del ataque.
Sin embargo, la búsqueda resultó infructuosa. Ni las sonoboyas desplegadas ni el sonar del Variag lograron obtener contacto alguno con el escurridizo submarino. Era como si se hubiera desvanecido en las profundidades. Frustrados y con la nave en llamas, lanzaron varios torpedos en la dirección sospechada, pero solo encontraron el vacío oscuro del océano.
La situación a bordo del Varyag empeoró rápidamente. Minutos más tarde, seguian sin localizar a su enemigo, cuando tres impactos más sacudieron el crucero con una violencia brutal, abriendo nuevas brechas en su casco ya maltrecho. El fuego se propagó sin control, devorando cubiertas enteras y llenando la noche con el olor del humo y el metal quemado. La inclinación de la nave aumentó, haciendo cada movimiento una lucha y dificultando el buen funcionamiento de los sistemas de combate.
Mientras los equipos intentaban sofocar el fuego, una explosión masiva resonó en la noche, desgarrando el Varyag de proa a popa. Una columna de fuego y humo se elevó hacia el cielo oscuro, iluminando brevemente al Boris Butoma. El orgullo de la Flota del Pacífico se había partido en dos, hundiéndose rápidamente en las gélidas aguas.
En el Boris Butoma, la tripulación observó con horror la destrucción del Varyag. Sin dudarlo, el capitán dio la orden de iniciar las maniobras de rescate. Lanzaron botes salvavidas y se acercaron con cautela a la zona del desastre, temerosos del posible submarino, iluminando la superficie con sus reflectores en la oscuridad, buscando desesperadamente supervivientes entre los restos flotantes.
En la superficie, el agua estaba cubierta de restos del Variag, petróleo y los cuerpos inertes de los marineros. Algunos luchaban por mantenerse a flote, sus gritos de auxilio rompiendo la quietud de la noche. La tripulación del Boris Butoma trabajó con frenesí, sacando hombres del agua helada y subiéndolos a bordo.
Mientras el Boris Butoma se dedicaba a la sombría tarea del rescate, en las profundidades, el submarino japones responsable del ataque, el SS-509 Seryiü, se alejaba silenciosamente, desapareciendo en la oscuridad insondable del Mar de Japón, dejando tras de sí un rastro de destrucción y muerte en la noche.
Su tripulación no podía ocultar su alegría, habían lanzado 12 torpedos, logrando 8 impactos y hundiendo al buques insignia de la flota rusa. Llevaban horas siguiendo al convoy, hasta que llegó la noticia del ataque rusos la flota. Solamente necesitaron una palabra para saber que había llegado la hora de atacar. ¡Tsushima!
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