Infierno en la oscuridad
El mar bravo de las Kuriles era un hervidero oscuro bajo la furia de una noche sin luna. Olas negras como la tinta azotaban los cascos de los buques, y el viento aullaba como un espectro.
Los destructores japoneses Atago y Ashigara peinaban el mar en busca de supervivientes, acercandose peligrosamente a la costa rusa.
El rugido de un misil antiaéreo desgarró el aire, seguido por la explosión cegadora que hizo temblar la estructura de los destructores japoneses.
Un helicóptero SH-60K Seahawk, que exploraba la oscuridad, se convirtió en una bola de fuego cayendo en picado hacia las olas embravecidas, cortesía del destructor ruso Almirante Tributs, un imponente buque de la clase Udaloy.
La respuesta japonesa fue inmediata y furiosa. El destructor Ashigara, de la clase Atago, bramó lanzando cuatro de sus potentes misiles antibuque. Dos de ellos atravesaron la noche, impactando con violencia en el costado del Almirante Tributs. El acero retorcido gimió y lenguas de fuego anaranjado comenzaron a fundir la superestructura rusa.
En ese instante, otro contendiente ruso emergió de la oscuridad: el destructor Burnny, de la temible clase Sovremenny. Cuatro misiles surcaron el aire, dirigidos con precisión hacia el Atago, gemelo del Ashigara. Pero la tripulación del Atago reaccionó con la velocidad del rayo. Sus sistemas de defensa antimisiles vomitaron una cortina de fuego, interceptando las amenazas rusas en espectaculares explosiones en el aire.
El Atago, tras repeler el ataque, fijó su radar en la firma del Burnny. Cuatro de sus propios misiles rompieron la noche, buscando venganza. Dos de ellos encontraron su objetivo, impactando con fuerza en la cubierta trasera del destructor ruso. Chispas y humo negro se elevaron, indicando daños significativos.
El helicóptero SH-60K del Ashigara, en una audaz maniobra de acercamiento, se unió a la refriega. Lanzó cuatro misiles guiados contra el Burnny, pero el sistema de defensa aérea ruso demostró su eficacia, derribando las amenazas japonesas antes de que pudieran alcanzar su blanco.
El Ashigara, observando el fuego propagándose en el Almirante Tributs, cambió de objetivo. Cuatro misiles más abandonaron sus lanzadores, dirigiéndose ahora hacia el Burnny. En ese mismo momento, el Atago lanzó una nueva oleada de misiles contra el mismo destructor ruso. Las defensas del Burnny y del Almirante Tributs trabajaron frenéticamente, logrando interceptar cuatro de los ocho misiles entrantes. Sin embargo, los cuatro restantes impactaron con furia, creando nuevos focos de incendio a bordo y causando daños aún mayores.
En un último intento desesperado, el Burnny disparó nuevamente sus misiles contra el Atago. Pero la combinación de las defensas del propio Atago y el apoyo del sistema defensivo del Ashigara resultó impenetrable. Los misiles rusos fueron destruidos en el aire, dejando al Burnny peligrosamente expuesto.
El fragor del combate comenzó a amainar. Los dos destructores rusos, envueltos en llamas y azotados por las implacables olas, quedaron a la deriva, su capacidad de combate severamente comprometida. Los comandantes japoneses, conscientes de haber agotado una porción significativa de su armamento y con la misión de rescate principal aún pendiente, tomaron la difícil decisión de retirarse.
Bajo la protección de la oscuridad y la tormenta, el Ashigara y el Atago pusieron rumbo de vuelta a sus bases, dejando tras de sí un espectáculo dantesco de buques enemigos ardiendo en la noche del bravo mar de las Kuriles. La batalla había sido feroz y costosa, pero la determinación y la superioridad tecnologica japonesa había prevalecido.
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